sábado, 10 de marzo de 2007

Para comprender a la mujer

La mujer no quiere una mirada, quiere una sonrisa.
Ella no quiere compañía, quiere presencia.
La mujer no quiere llanto, ella quiere lágrimas.
La mujer quiere, lo que es más sencillo otorgar.

La mujer no busca una mano, busca tacto.
No busca momentos, espera acontecimientos.
La mujer no busca tu risa, espera tu alegría.
Ofrece lo que siempre has podido dar.

La mujer no desea un cuerpo, desea un abrazo.
No desea halagos, desea palabras.
La mujer no desea unos labios, desea un beso.
No desea ser persona, desea ser mujer.
La mujer no espera tu tiempo, espera tiempo contigo.
La mujer no espera pasión, espera romance.
No espera sexo, espera amor.

La mujer no espera belleza, espera que la hagan sentir bella.
La mujer es mujer, no la trates como a un hombre.
La mujer es mujer: no es física, es sentimental.
La mujer no es cuerpo, es corazón.

La mujer no eres tú, no la trates como esperas que te traten.
La mujer no es para poseer, es para admirar.
La mujer no es para convencer, es para amar.

La mujer no es para conocer, es para entender.
No es lo que tú crees, ella es mucho más.
La mujer no es un rostro, es un todo.
La mujer no es difícil, es misteriosa.
La mujer no es tacto, es caricia.
Ella no es la espina, es la rosa.

martes, 6 de marzo de 2007

Odio a los Pitufos

Tras una conversa con un amigo mio que no veia despues de tiempo.....me menciono la clasica frase " odio a los pitufos " y claro de un conocido escritor que hizo una catarsis cerebral sobre esto....y quize aunarme a la causa...porque no?....todos tenemos un limite en el que mandamos al diablo a todos...algunos realmente otros solo en nuestro mundo n_n a libre albedrio

Odio a los pitufos

Nunca dejes que el odio anide en tu corazón. Mejor sácalo de allí y vuélcalo todo sobre papel
Porque odio quiere más que indiferencia. Porque el rencor hiere menos que el olvido.

Odio la traición.
Odio a la gente que va por la calle hablando por el hands-free porque parecen desquiciados que hablan solos y dan miedo.
Odio la prepotencia.
Odio al cobrador de combi
Odio a la gente que habla en el cine, a la gente que habla por celular a voz en cuello en los cafés y sobre todo a la gente que habla con la boca llena.
Odio la pompa absurda con que hablan los asesores de imagen, los alcaldes de provincia, los obispos y los jueces.
Odio los uniformes, las insignias, los galones, las medallas que se cuelgan al cuello los abogados y cualquier pedazo de trapo o lata que te dé derecho a parecer más respetable de lo que eres.
Odio no tener 16 años de nuevo para sacarme el clavo de todo lo que me perdí por creerme el cuento del pecado.

Odio el atroz crujir del teknopor y el chirrido escalofriante del tenedor.
Odio el olor a mondongo o coliflores que se sancochan.
Odio los tumores gigantes, las niñas-sirena y los pútridos cadáveres de los noticieros matutinos.

Odio los lentes con espejo.
Odio los bloques financieros o deportivos.
Odio a Barney.
Odio mi uñero.
Odio, sin excepción, a todos los tarados que, cuando consiguen decir algo divertido, se aplauden solitos mientras se ríen.
Odio las risas grabadas de los programas cómicos.
Odio a las señoritas que no se afeitan el sobaco y a los caballeros que se lo afeitan.
Odio a los políticos que bailan pésimo y en público.
Odio los comerciales que exaltan la peruanidad con regios modelitos rubios y ojiverdes.
Odio el racismo legendario de las páginas de sociales y la indispensable estupidez con que se escriben.
Odio pelarme.
Odio afeitarme.
Odio a los mimados practicantes de mi universidad que aún no saben ni pararse frente a una computadora pero llegan con ínfulas de superstars y exigen respeto
Odio las consignas, los juramentos, las liturgias, las maquinitas y cualquier cosa que te obligue a repetir a coro fórmulas absurdas.
Odio a las niñas maquilladas y a los niños con ternito.
Odio que lean sobre mi hombro lo que estoy escribiendo.
Odio el color marrón y el color melón al que también denominan color salmón.
Odio que me digan: "estás igualito" porque es una mentira y ni siquiera de las piadosas.
Odio a los mozos lentos y también a los pateros.
Odio que me digan: "no te pierdas" porque ya yo sé que es el preludio del olvido.
Odio el taladro demoníaco del dentista.
Odio mis fallas.
Odio mis juicios.
Odio mis deudas.
Odio la clásica peruanada de tanto megalómano entusiasta que te convoca con carácter de urgencia a perder tu tiempo en hablar de proyectos fantásticos que siempre quedan en nada.
Odio el reggaetón de mi vecino a las ocho en punto.
Odio a muerte a absolutamente todos los cabeceros, mecedores y floreros.
Odio las misas.
Odio a las barras bravas que se masacran en nombre de algún color y de ningún sueño.
Odio la deprimente oferta de la cartelera limeña.
Odio que se peguen los tallarines.
Odio que se me queme el arroz.

Odio tener que andar midiendo siempre mis palabras para que me duren los trabajos.
Odio cantar mal.
Odio haber dejado de jugar "Escrúpulos", de montar bicicleta, de dibujar, de ir al gimnasio y de bailar.
Odio estar misio.
Odio ser gorda.
Odio haber vivido haciendo todas las dietas del mundo desde los 12 años por las puras.